sábado, 3 de septiembre de 2022

DÍA 18, SÁBADO

Seguimos cerrando carpetas: acabar de igualar setos de arizónicas, de limpiar ramas la pradera, de seleccionar leña, de tirar basura, de recolocar trastos... 


A media mañana, parto para Segovia. Debo devolver las herramientas, que me ha dejado Pedro. Aprovecharé, de paso, para terminar de hacer cosas pendientes: visitar la iglesia de la Veracruz, la librería del Acueducto y el Museo Esteban Vicente. En este último, me encuentro con una exposición conjunta de obras de Sorolla y de Vicente, con la temática del JARDÍN. Toda una revelación y un gran broche para mi periplo neorrural. Museo como santuario, jardín como refugio y fuente de inspiración, ora et labora (en el huerto) y además, espacio de creación... Percibo que hay que profundizar: jardín como paraíso en diversas tradiciones religiosas y arquitectónicas… Vaya: aquí hay tema. Miro hacia atrás, los días pasados en le pueblo, y en realidad, el jardín ha centrado buena parte de mi tiempo y se convierte en el polo de atracción para mi futura decisión.





Regreso tarde a comer al pueblo. Hay que liquidar restos que no pueden echarse a perder. Siesta y preparar maletas.
A última hora, realizo las últimas despedidas (el tío Lomas, mi primo Paco) y la última ronda con la cuadrilla.
Y allá va la despedida.




DÍA 17, VIERNES

Sensación de recta final. Hay que aprovechar el tiempo lo mejor que se pueda. Ante la duda de meterme en nuevos frentes de limpieza de la casa grande o no, decido que es preferible cerrar las cosas empezadas y las visitas turísticas de la “comarca”. Así que reorganizo el garaje (poner la cisterna en su sitio, colocar sillas y mesas, reorganizar armario de herramientas) y me dispongo a salir, ya tarde, hacia Cuéllar, villa que presume de tener los encierros más antiguos de España (fíjate tú).


Me habían recomendado esta villa, como lugar con muchas cosas que ver, pero yo la recordaba sucia, dejada, con monumentos en estado ruinoso, y la mayor parte de sus iglesias cerradas. Para mi sorpresa, se había llevado a cabo una importante obra de restauración, limpieza y adecuación de su importante patrimonio arquitectónico: murallas, castillo e iglesias de románico en ladrillo con decoraciones mudéjares. Comencé visitando el castillo (ahora en parte visitable y en parte instituto de secundaria) y encaje en la última visita guiada de la mañana. Después visité varias iglesias, de las que solo en una pude entrar, supongo que, por casualidad, en la de San Andrés. Y desde allí, parte alta de la población, voy bajando hacia la plaza del pueblo: redescubro las antiguas murallas, la judería medieval, antiguos palacios e iglesias (muchas en manos privadas, alguna incluso convertida en restaurante). Casas restauradas y también casas viejas y abandonadas. No es oro todo lo que reluce. Unas cañas con tapa (que me cobran) y vuelta para casa. Agradable sorpresa. 




Tarde: compra de herramientas y retorno de libros a la biblioteca. Manuel Lomas me llama y me dice que ha encontrado entradas para el concierto de jazz en la estación de tren abandonada de una localidad vecina. Me anima a intentarlo. Pruebo y consigo entrada. Concierto espectacular. Buen remate de semana. Todavía da para tomar unos potes. 




DÍA 16, JUEVES

 Estos chicos del cedro no vienen a cobrar. Ya llamarán, me digo. Así que adecento como puedo la “pradera”, de los efectos de la tala y la poda de los últimos días y me dispongo a iniciar otra jornada turística. Y es que quedan muchas cosas por ver.

A través el Google Maps, descubro que en un pueblo vecino hay un yacimiento arqueológico sobre una villa romana. Oh, sorpresa. Allá me encamino. En poco más de media hora estoy en la zona, pero no hay ninguna señalización. Por fin lo encuentro. Hay que dejar coche en un supuesto aparcamiento y seguir andando por un camino arbolado.

El yacimiento está en un secarral. Dispone de numerosos carteles informativos y en algunas zonas, parece que se han consolidado los muros de la villa, en alguna de las campañas arqueológicas. No es difícil hacerse una idea de como era la villa, pero faltan los mosaicos. En uno de los carteles se informa que se encuentran en el aula arqueológica del pueblo. Bueno, bueno, qué modernez. Allá voy.





El aula se encuentra en una pequeña iglesia románico-mudéjar, restaurada para este fin. Gran acierto. Y la verdad, es una auténtica sorpresa. No solo contiene mosaicos y diversos objetos arqueológicos (monedas, cerámicas, sarcófagos, etc.) sino toda una recreación de como era la villa y sus habitantes, en diversas épocas, con un marcado carácter didáctico. ¡Ojalá, existiera algo así en otros pueblos con patrimonio arqueológico!

¡Chapeau! Felicité a la encargada y todo.






Y por la tarde, después de la sacrosanta siesta, me animo a conducir hasta Coca, ciudad de origen romano, conocida sobre todo por su monumental castillo. Pienso que con la luz del atardecer, las fotos pueden quedar bien chulas. También se encuentra siguiendo el valle del Eresma, en un radio de media hora.

Atravieso los pinares que hacen famosa la comarca. Cuando llego, aviso de cortes de calles por fiestas. Vaya. Tras un par de vueltas, decido aparcar e ir andando. 

Efectivamente, la visita al castillo no desmerece, aunque sea solo por fuera. El atardecer tampoco. 





Agotado por el calor, vuelvo al pueblo. Hoy toca cena en casa de mis primos. 

Queda solo un día para la luna llena, pero luce espectacular.




DÍA 15, MIÉRCOLES

El jardín sigue ocupando mi actividad matinal. Siempre queda algo por hacer: recoger y amontonar ramas o recortar arizónicas, por ejemplo. Al final de la mañana llegan, de nuevo, los operarios que cortaron el cedro. Vienen con la motosierra para poder recortar el tronco en trozos más pequeños, y con un dumper, para recoger los montones de ramas. Muy eficaces, la verdad. Pero añado nuevas tareas personales: colocar tocones y recoger el serrín.



                             


Por la tarde esperaba a mis vecinos para invitarlos a tomar algo en el jardín,

pero un entierro inesperado, interrumpe los planes. Aplazado sine die. Tras la ronda de cervezas vespertinas, amenaza lluvia. La luna entre las nubes ofrece estampas de terror romántico.





DÍA 14, MARTES

 Seguimos “jardineando”. Buena paliza. Pero me faltan herramientas. Me dejarán una motosierra por la tarde (que, al final, se revela inútil)

Aprovecho para hacer gestiones matutinas (farmacia, ferretería) y establecer contactos pendientes, familiares cuya amistad quedó cercenada por un concurso de traslados. Sensación de que hay que ir cerrando el ciclo. Me falta un listado de personas, lugares, acciones… que debo contactar, visitar, dejar hechas, antes del de domingo

Subo a la piscina. Esta vez, no solo para nadar, sino para comer con los amigos. Buena elección.



Al salir, compra y visita a la residencia.
Regreso a la biblioteca, segundo oasis después del jardín familiar.