Sensación de recta final. Hay que aprovechar el tiempo lo mejor que se pueda. Ante la duda de meterme en nuevos frentes de limpieza de la casa grande o no, decido que es preferible cerrar las cosas empezadas y las visitas turísticas de la “comarca”. Así que reorganizo el garaje (poner la cisterna en su sitio, colocar sillas y mesas, reorganizar armario de herramientas) y me dispongo a salir, ya tarde, hacia Cuéllar, villa que presume de tener los encierros más antiguos de España (fíjate tú).


Me habían recomendado esta villa, como lugar con muchas cosas que ver, pero yo la recordaba sucia, dejada, con monumentos en estado ruinoso, y la mayor parte de sus iglesias cerradas. Para mi sorpresa, se había llevado a cabo una importante obra de restauración, limpieza y adecuación de su importante patrimonio arquitectónico: murallas, castillo e iglesias de románico en ladrillo con decoraciones mudéjares. Comencé visitando el castillo (ahora en parte visitable y en parte instituto de secundaria) y encaje en la última visita guiada de la mañana. Después visité varias iglesias, de las que solo en una pude entrar, supongo que, por casualidad, en la de San Andrés. Y desde allí, parte alta de la población, voy bajando hacia la plaza del pueblo: redescubro las antiguas murallas, la judería medieval, antiguos palacios e iglesias (muchas en manos privadas, alguna incluso convertida en restaurante). Casas restauradas y también casas viejas y abandonadas. No es oro todo lo que reluce. Unas cañas con tapa (que me cobran) y vuelta para casa. Agradable sorpresa.
Tarde: compra de herramientas y retorno de libros a la biblioteca. Manuel Lomas me llama y me dice que ha encontrado entradas para el concierto de jazz en la estación de tren abandonada de una localidad vecina. Me anima a intentarlo. Pruebo y consigo entrada. Concierto espectacular. Buen remate de semana. Todavía da para tomar unos potes.
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